El Paisano Díaz

El Paisano Díaz

El Paisano Díaz

  • Autors: Roger Pla
  • Género: Novela / Narrativa Argentina
  • Editorial: UNR Editora
  • Edición: Rústica – 21×15 cm – Tomo único
  • Número de páginas: 66 páginas
  • Año: 2022
  • ISBN: 978-987-702-578-1

Sinopsis

El autor recrea aquel Pichincha legendario de la década de 1920, a partir de la figura del Paisano Díaz, un fiolo de fiolos, un malevo de cuchillo, un rufián famoso que supo ser dueño de las calles que caminaba. En estas páginas, escritas con maestría, la historia y las andanzas del Paisano (lo que se sabe de ellas y, más aún, lo que no se sabe) se entrelazan con la adolescencia del autor y su recorrido por el submundo de la noche, a través de escenas que se graban con precisión en los sentidos del lector. Ni biografía ni recuperación cronológica, el texto de Pla cabalga el mito con una destreza literaria que deslumbra.

Sobre el autor

Roger Pla nació en Rosario el 8 de octubre de 1912. Escribió las novelas Los Robinsones (1946), que le valió la Faja de Honor de la SADE; El duelo (1951); Paño verde (1955) que fue llevada al cine en 1973 por Mario David; Las brújulas muertas (1960); Intemperie (1973) y Los atributos (1985), que es reeditado con su nombre actual: «El Paisano Díaz». Fue autor de novelas policiales -firmadas con el nombre Roger Ivnnes-, y del poemario Objetivaciones.

Se desarrolló también como periodista, crítico de arte, crítico literario y dramaturgo. Dirigió enciclopedias de literatura, fue traductor y escribió monografías, biografías y libros por encargo. A principios de la década del 40 se instaló en Ramos Mejía (Buenos Aires), donde vivió hasta el 28 de junio de 1982, fecha de su deceso.

Relación con el barrio

Pla entregó a Sylvia Poletti el original de esta obra: La primera edición estuvo a cargo de la Editorial Abril publicándose, postumamente en el año 1985 bajo el título «Los atributos». El Paisano Díaz es una novela profundamente anclada en Pichincha. Como obra literaria, se sirve del mito de un personaje central para reconstruir y problematizar un mundo que fue parte oscura pero decisiva en la historia de Rosario.

Paisano Díaz hubo uno solo, único, incomparable. Pero personajes como él, nefastos, tenebrosos, de armas tomar hubo durante los años 20 y 30. Como relata Osvaldo Aguirre en el prólogo a la edición 2022, Díaz es un personaje tan temido como odiado, escindido entre la fama que lo precede en el bajo fondo y una intimidad inconfesable, y debe mantener el lugar que ostenta frente a otros compadritos del mismo modo en que lo ganó: “a punta de cuchillo”.

Precisamente, el uso del cuchillo es es un rasgo distintivo del Paisano Díaz que se rescata permanentemente «Mirá, para copar la banca, en Pichincha, no hay revolver que valga. Ya sé que ahora los malandras usan bufoso. Pero aquí no corre. Para mandar aquí, hay que ganarse la cosa ante El Paisano a punta de cuchillo. Así la gano él» narra Roger Pla.

El relato recupera sitios reales del pasado del barrio, como los prostíbulos Mina de Oro, Madame Safó e incluso el Petit Trianon. También se rescatan algunos boliches y parrillas, como el Gianduia, La Carmelita o El Infierno Rojo. El Paisano no es un panzón, no tiene ninguna mujer propia de pupila, él cobra a los panzones. Es un rufián de rufianes; se relata en la obra. Todos los cafisho tienen que pagarle al Paisano, se aclara. Recordemos que “panzones, rufián, fiolo, cafiolo, caisho” eran sinónimos y referirían a la persona que regenteaba a las meretrices.

Aspectos destacados de la obra

El Paisano Díaz, o como se lo conoció originalmente «Los Atributos» es una de las obras que se consideran “must-read” si se quiere conocer la historia de Pichincha. El autor, con prosa ágil, sin sentimentalismos intenta convertir el mito en relato íntimo y humano. La novela no es biografía ni una simple reconstrucción cronológica, sino que “cabalga el mito” de su protagonista, entretejiendo lo que se sabe con lo que el imaginario popular ha moldeado.

Roger Pla despliega un lenguaje moderno, preciso y dinámico, sin caer ni en idealizaciones nostálgicas ni en demagogia. Describe con claridad la violencia del personaje con frialdad elegante, lo que le da una carga emocional intensa sin sentimentalismo. La novela no muestra ternura o compasión en el personaje de Díaz, pero sí una melancolía soterrada. El matón no tiene pareja, ni pupila propia, ni familia visible. Solo poder, cuchillo, y una reputación que lo aísla. Es temido, sí, pero también profundamente solitario.

Crítica

¿Qué destacamos? El retrato del barrio como protagonista: Más allá del Paisano, cobra protagonismo el barrio Pichincha en su etapa más oscura (década del 20), con sus prostíbulos, códigos y climas. Hay una reconstrucción fiel de la escena.

¿Que podría haber mejorado? Quizás su extensión. Es un título bastante corto que por momentos deja un sabor amargo y ganas de más profundidad en ciertas escenas o un desarrollo mas acabado de determinados personajes.

¿Es riguroso? Es verosímil en su narrativa y en cómo trabaja con materiales reales (calles, personajes, prostíbulos, apodos, situaciones). No es un trabajo historiográfico, pero es fiel al espíritu de una época y un lugar.

¿Lo recomiendan? Absolutamente. Si te interesa Rosario, su historia barrial o su imaginario prostibulario; si buscás una narrativa breve, densa, atmosférica; si te interesan los márgenes sociales y la figura del rufián como fenómeno cultural; sin dudas es un texto que tenés que leer.

Breve fragmento

Y a través de su relato imagino al chofer de taxi de su historia, un porteño caído a Rosario como descolocado de las nubes, dispuesto a hacer trabajar allí su coche y también a una muchacha, cosa frecuente entonces en ese gremio, allá en Pichincha. Como la chica tenía méritos suficientes, la llevó al Trianón, donde se quedó con su valija, pues Mme. Gisele la encontró digna de figurar en su elenco. A fines de mes el taxista fue a cobrar las chapas de su chica, y cuando al hacerle la cuenta Mme. Gisele separó su propia parte, no dijo nada; pero al separar otra parte diciendo “esto del Paisano”, el sujeto no entendió nada, quedó desconcertado y preguntó qué significaba eso. Con roda paciencia, como sin duda lo hacía en casos semejantes, Mme. Gisele le explicó las cosas. Pero evidentemente el tipo ignoraba las normas pichinchescas y la imposibilidad de violarlas, porque se enfureció, gritó que le importaba un comino todo eso y que no había Paisano ni nadie que a él le tocara un centavo, y hasta llegó a abrirse el saco para que le viera en el cinto la culata de un revolver. (—) Llegó El Paisano. El tipo estaba sentado de espaldas a la puerta, junto al escritorio, frente a Mme. Gisele. Así lo había colocado ella. Al oír los pasos se volvió…

No había tenido tiempo de volverse del todo. El Paisano ya estaba tras él y la punta de su cuchillo le pinchaba un costado de la garganta. La mano izquierda del Paisano se había deslizado hasta la cintura del tipo petrificado de sorpresa, quizás de miedo, y de allí sacó el revolver que le entregó a Mme. Gisele.

-Descargalo- le dijo. Y al tipo: -Parate, ahora.

El infeliz dudó y la punta del cuchillo hizo saltar una gota de sangre en su cuello. Se paró, temblando. Entonces, El Paisano, que había retirado el cuchillo, sin decir palabra le largó un revés con la otra mano que mandó al pobre diablo de culo al suelo. En su escritorio, Mme. Gisel descargaba el tambor del revólver volcando las balas sobre la mesa.


-Páginas 47 y 48

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